Contener - Acoger – Recibir –Abrigar – Recoger – Tomar en brazos - Encontrar – Alzar - Sentir - Emoción – Compasión – Ternura – Contacto – Mamá – Papá.
Cuando nos sentimos perdidos, cansados, tristes, o bien al sentirnos felices, dichosos, plenos e incluso cuando estamos simplemente en paz con el mundo, tranquilos o “sin novedad” es indiscutible que no hay nada mejor que un abrazo de una persona muy querida.
Lo digo no solo desde mi experiencia como hija, puesto que mi mamá es una experta en abrazos cariñosos y reconfortantes, ni desde mi experiencia como mamá que disfruta exprimiendo hijos, ni como profesora que ha observado cómo dejar que los niños lloren cuando están tristes o molestos y luego abrazarlos les devuelve la paz, el equilibrio y las ganas de volver a trabajar, lo digo también por lo que explica Silvana Quattrocchi Montanaro cuando habla de los cuidados del recién nacido mientras le mostramos el mundo al que ha llegado.
La palabra compasión, desde su origen significa “cum” que quiere decir junto y “passio” que quiere decir sentir, es decir “sentir juntos” o lo que también llamamos “ponernos en el lugar del otro” y si no nos queda claro, nada mejor que preguntarle a una mamá que está intentando saber qué necesita su hijo o hija.
Esta capacidad humana de ponernos en el lugar del otro, es el punto inicial clave de todo proceso de comunicación eficiente y como todas las habilidades importantes en el vida se puede aprender, pero para esto es necesario contar con un modelo que nos enseñe a aprender cómo hacerlo y aunque el ser humano está preparado para ponerse en el lugar del otro aproximadamente a partir de los cuatro años en adelante, el trabajo del modelo que enseña, comienza desde el primer momento de la vida de la nueva persona que es recibida en la gran familia humana.
Somos seres cerrados que percibimos y comprendemos el exterior por medio de los sentidos, para aprender debemos ver, degustar, oír y tocar, de lo contrario ignoramos cómo es afuera. Cómo explicar qué es azul si nunca hemos visto el cielo, cómo temer al fuego si nunca hemos sentido el calor, cómo saber qué es música si nunca ha estado cerca de nosotros… en fin, hasta podríamos decir que sentir es vivir, de esta forma cada vez que el recién nacido siente tiene una oportunidad de aprendizaje, positiva o negativa la experiencia siempre trae un aprendizaje.
De esta forma el niño aprende que si necesita ayuda la recibe (o no) y con esto comprende que en el mundo hay cierto control y seguridad (o no), sin importar si lo que tiene es hambre o sed, o soledad, siempre es posible comunicarse y esto significa que alguien acude a observarlo, acariciarlo, a abrazarlo y a jugar con él (o no). Si una persona acude con cariño, aprende que este mundo es genial, si, en cambio, el paréntesis anterior es la respuesta habitual (“o no”) aprende que este mundo es hostil, extraño y solitario.
Para ayudar al “otro” entendiéndose por otro cualquier ser humano (e incluso no humano, pero no nos alejemos tanto del tema) es fundamental identificarnos con él, es decir, por medio de un ejercicio de imaginación sentirnos de su tamaño, adoptar sus limitaciones y perspectivas y pensar qué sentiría yo en esa situación, como todo ejercicio la práctica hace al maestro y poco a poco vamos conociendo a esa otra persona, entendiéndola, aprendiendo de ella, dejando que nos conozca y dándole a entender que está segura, acompañada y amada.
La mejor forma de reconocer los sentimientos de esa otra persona como si fueran nuestros, es por medio de un abrazo. Según Silvana Quattrocchi Montanaro este abrazo significa para el recién nacido la restauración de esa vida compartida entre madre e hijo, “volver a compartir la vida biológica y psicológicamente”. Cuando esos abrazos se prolongan a lo largo de la vida del niño e involucran también al papá, que acude cuando se le necesita, que acompaña cuando es requerido y que abraza con amor muchas veces al día, este sentimiento de compartir la vida se instaura en las personas, dan una seguridad y una tranquilidad que sin lugar a dudas abre un mundo de posibilidades a nuestros hijos.
El recién nacido recibe este abrazo continuamente gracias a la lactancia, así el niño descubre que un abrazo significa vida, intimidad y entrega o podríamos decir simplemente amor que significa todo lo anterior y más. Por otro lado, esto no solo lo descubre el niño sino también la mamá y el papá porque, como diría Mafalda: todos nos graduamos al mismo tiempo.
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