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Montessori Familia y la Paz

Sylvia Vasquez

Este artículo es la esencia de lo que se quiere transmitir en Montessori acerca de la paz y cómo la familia y el jardín cumplen un rol muy importante en la construcción que hacen los niños de los adultos que serán. Es interesante cómo la guerra ha sido estudiada, planeada y realizada, se le rinde culto por medio de la creación de armamento nuevo y sofisticado con actual y modernas tecnologías, en cambio, la paz existe en los sueños y las utopías de quienes sufren las consecuencias de estas guerras o temen llegar a ellas.  Por la teoría y la práctica sabemos qué es la guerra, pero no existe un concepto claro de qué es la paz, hasta ahora se ha entendido que la paz es lo que se logra cuando el victorioso impone su poderío sobre el vencido, es decir que la paz termina siendo la “sumisión forzosa” que permite restablecer la vivencia por sobre la supervivencia, como el “descansar en paz” luego de sufrir una enfermedad dolorosa y prolongada… -al fin tiene paz- expresan las personas.  Esto se debe, según Montessori, a un “caos moral” y la “pérdida de nuestra capacidad de razonamiento”, como adultos hemos aprendido a no razonar y de aquí nacen muchos de nuestros problemas como sociedad. Si bien es cierto los adultos debemos acompañar y apoyar la adaptación de los niños a su cultura, es necesario y urgente que lo hagamos desde una nueva perspectiva, una en la que consideremos al niño “en términos de su propio ser individual”, puesto que si hay alguna esperanza de regenerar a la raza humana esta esperanza está en el niño, gracias a lo que como adultos seamos capaces de brindarle.  Los adultos educamos al niño para la guerra, aunque no esté en nuestro pensamiento, aunque estemos seguros de la barbarie que la guerra significa, inconscientemente enseñamos lo que aprendimos, que la paz es producto de la opresión.  María Montessori va más allá al expresar que al alejarnos de la naturaleza construimos espacios artificiales que nos otorgan, a los adultos, mayor poder puesto que inhibe el instinto natural del niño hacia lo natural que lo despierta, estimula y enseña por sí mismo. En la vida en general el adulto y el niño tiene metas diferentes, la meta del adulto es cambiar el medio que lo rodea, en cambio la meta del niño es lograr lo que Montessori llama la “encarnación” que comprende la individualidad de la raza humana en su ser y para hacerlo el niño tiene sus propias particularidades y ritmos vitales, por esta razón el niño  “es por excelencia el transformador del medio ambiente y del ser social”, el niño es como la semilla o el embrión que crece con un programa predeterminado y lo hace con la perfección maravillosa de la naturaleza y sin la intervención externa.  La tarea del adulto no es menor, se debe a la enorme actividad de proteger al niño mientras opera con su sabiduría interna: cuyos ritmos no responden a carencias ni agresiones que buscan permanentemente la conquista, sino a un engranaje perfecto, misterioso y generoso.  En otra palabras ¿por qué aprender desde el castigo y la humillación si se aprende mejor desde la bondad y el cariño? Si el adulto ve estos ritmos propios del niño como “fallas” y decide corregirlas a como dé lugar, se producirá una batalla entre el “fuerte” y el “débil” (es decir la guerra) que aplacará la vida espiritual, perfecta y tranquila del niño. A esta batalla se le ha llamado por años “Educación” y se da en la familia y en la escuela, es mucho más que enseñar contenidos, fechas importantes incluso es mucho más que permitir o no a los niños jugar con armas o a la guerra, se trata de imponer la violencia sobre el razonamiento, eso es enseñar la cultura de la agresión, en la que se pierde la esperanza de un cambio por medio de la “nueva clase de humanidad, la esperanza de un hombre mejor” una educación que perpetúa la invalidación evitando el proceso normal de desarrollo y evita al hombre alcanzar la salud psíquica que podría haber desarrollado por medio de sus ritmos vitales. Cualquiera pensaría entonces que lo que estamos promoviendo es la ausencia de normas, límites y parámetros de convivencia y no es así, es incluso lo contrario, se trata de entregar (no imponer), de mostrar y de vivir con el ejemplo que existen razones lógicas y válidas para respetarnos, para cuidarnos y para servir al otro.  Extraordinariamente María Montessori dice “La obediencia impuesta a un niño por la fuerza, tanto en el hogar como en la escuela, obediencia que no reconoce los derechos de la razón y la justicia, lo prepara para ser un adulto que se resigne a cualquier cosa” Educación y Paz (p.40).  Al evitar la cooperación, la lealtad, la solidaridad y promover la competencia, la delación, la supremacía del fuerte sobre el débil estamos perdiendo la oportunidad de acompañar la creación de un apersona que busca la verdad y la paz para entregar las herramientas que formarán a un grandioso guerrero.  Queda la pregunta ¿cómo esperamos que nuestros hijos logren la paz si los preparamos como guerreros sumisos? María Montessori afirma sabiamente “La guerra, en la actualidad, no surge del odio a un enemigo” y lo vemos a diario al conocer a los soldados de los diferentes ejércitos, muchas veces familiares, connacionales, vecinos, personas que si se sentaran a conversar encontrarían miles de coincidencias en sus crianzas y, en otras circunstancias hasta podrían ser amigos, la guerra no surge del odio, los soldados van a la guerra “…simplemente porque les han ordenado que lo hagan” y esta realidad es aún más escalofriante que la razón basada en el odio.  “Es el hombre el que debe elegir su destino, y el día que deje que las armas caigan de sus manos marcará el comienzo de un futuro radiante para la humanidad”, para que el hombre elija su destino debe contar, en su niñez, con adultos que le enseñen a razonar para elegir y posteriormente enseñen a ser responsable de las consecuencias de las decisiones tomadas. Se hace necesario que un niño aprenda a obedecer que es necesario respetar y respetarse, amar y amarse, cuidar y cuidarse por medio de la convivencia y el ejemplo para que luego alcance la autonomía de su propio ser, para que cuando sea adolescente sea capaz de decir –No consumiré drogas, no las necesito-, -Seré solidario porque eso llena mi vida-, -No aplastaré a otro para ser reconocido como mejor-, -No tomaré las armas para matar a otro ser humano-.  En ese momento comenzará a despertar la humanidad y será el inicio de la salvación de nuestro planeta.  Para que nuestros hijos comiencen este camino primero nosotros debemos iniciar el nuestro, es decir que el futuro de la humanidad no está en nuestros hijos sino en nuestros corazones y nuestro ejemplo.

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